miércoles, 12 de mayo de 2010

Psicotarot. Constelaciones Familiares y Tarot por Daniel Rodes y Encarna...

Ho'oponopono (Meditación Español) por Vivi Cervera

ENTREVISTA CON JODOROWSKY SOBRE LA VIDA Y EL TAROT

LA REALIZACION ESPIRITUAL A TRAVES DE




EL ESPIRITU Y EL DIABLO

Curioso que sea la carta de El Diablo la primera del septenario que nos llevará a la realización espiritual. Curioso por las connotaciones que el simbolismo y su interpretación conllevan de forma general a pensar en este arcano como en algo negativo; su sola visión aterroriza a la mayor parte de personas y es que encontrarnos enfrente de nuestra sombra generalmente nos asusta. De alguna manera, El Diablo nos avisa de algo muy importante, y es que si reprimimos ciertos aspectos de nosotros mismos, nuestro potencial creador se verá disminuido y ralentizaremos, o en el peor de los casos detendremos nuestro desarrollo espiritual y nuestra evolución, lo cual abocará a un estancamiento en todos los sentidos. Este Arcano nos obliga a no mentirnos sobre lo que se supone que somos realmente y a integrar todas las facetas de nuestra psique para poder realizarnos aquí y ahora sin esperar a supuestos cielos míticos y recompensas futuras. Tenemos que dejar de considerarnos víctimas pasivas de fuerzas externas, de proyectarnos hacia el pasado en forma de culpa y hacia el futuro en la ansiedad; debemos hacernos responsables y no ocultarnos en la mentalidad de la masa, en el falso yo que hemos creado a partir de engañosos proyectos mientras nos ocultamos de la maravillosa verdad de la existencia.

En cada ocasión que nos damos cuenta y exploramos nuestros opuestos, nuestra sombra, nuestras proyecciones, descubrimos que empezamos a asumir la responsabilidad de nuestros propios estados anímicos y sentimientos; así cada acción relativa a resolver una aflicción no hace más que reforzar la ilusión de que somos esa aflicción y deberíamos distinguir lo que nos aflige del apego que tenemos de ello; diferenciando una cosa de la otra aprenderemos a distinguirlas y a obrar en consecuencia, sin oponer resistencia a los aspectos que nos disgustan y, por lo tanto, a no proyectar nuestros conflictos. Por otra parte esos síntomas de descontrol que resultan del choque emocional entre nuestra vida exterior y nuestra sombra, son oportunidades de desarrollo, oportunidades de tomar conciencia de nuestra verdadera identidad y ello nos da la oportunidad de aceptar nuestra verdadera imagen. Atrapados en la máscara que llamamos persona, la mayor parte de la gente se ha construido una imagen inexacta y empobrecida de ella misma, negándose a integrar las tendencias ocultas que la sustentan, impulsos internos que desarrollan presión externa, impulsos que se vuelven contra ella desde el exterior y hasta que no se dé cuenta de que esa presión externa no es más que un impulso propio disfrazado, no podrá integrarlo y unificarlo en una personalidad completa.

El Diablo es una carta de una gran fuerza que nos ayuda a enfrentarnos a las situaciones y seguir adelante, a vivir el placer en toda su plenitud. No deja de ser un ángel, aunque se trate de un ángel caído, pero en su misma oscuridad se encuentra el germen de la ascensión hacia la luz, porque una no puede subsistir sin la otra. Su mirada bizca nos indica, si le damos un sentido positivo, que debemos mirarnos a nosotros mismos, a hacernos conscientes de nuestra divinidad aunque se encuentre envuelta con el manto de la materialidad y, paradójicamente, a no desechar esa parte de nuestro ser pues tan negativo es focalizar nuestra vida en base a la materia, al cuerpo, como enfocarla únicamente hacia la vertiente espiritual sin tener en cuenta que la materia y el espíritu no dejan de ser diferentes densidades de energía, de vibración y ambas son necesarias para conseguir la realización espiritual aquí y ahora.