miércoles, 7 de abril de 2010

LA TORRE COMO SIMBOLISMO DEL DERRUMBAMIENTO DEL EGO


La imagen de este Arcano suscita reacciones adversas generalmente, y ello es así porque durante siglos el significado principal asociado a ella ha sido esencialmente el de destrucción. Muchos tarots contemporáneos han representado esta carta con una torre medio destruida y en llamas lo que ha colaborado a desvirtuar por completo el significado real de la misma.

También se ha obviado por completo la traducción de su nombre en francés: La Maison Dieu (La Casa Dios) por lo que, definitivamente, su contenido sustancial ha sido alterado hasta convertirlo en todo lo contrario de su significado real. La Torre tal y como vemos en la imagen, nos ofrece una visión de “apertura”. La Casa Dios supone abrir nuestra mente a una fuerza, a una energía superior representada por la lengua de fuego que penetra en la torre. El error en atribuirle significados destructivos “literales” proviene también de no haber comprendido que el Tarot es un cuerpo vivo y que no podemos definir una de las partes sin tener en cuenta el todo.

Si el Tarot supone un camino evolutivo de la persona, lo lógico y razonable es que los Arcanos representen diferentes niveles de esa evolución. Sin embargo, y ahí radica la paradoja de esta y otras cartas, la ascensión a niveles de mayor conciencia trae consigo etapas, episodios, de crisis, de darse cuenta de que algo no funciona como debería. SI El Ermitaño nos induce a una crisis positiva, de soledad bien asumida; La Torre propugna un derrumbamiento del Ego, ese momento de “Iluminación” en el que nos damos cuenta que el Ego, esa ficción anestesiante, deja de llevar las riendas de nuestra vida para dejar el control al ser interior.

Vemos cómo no se trata de “la muerte-del-ego”, eso es imposible pero si que supone romper las barreras egocéntricas para centrarse más en algo superior a nosotros y que, sin embargo, habita en nuestro interior. Visualmente podemos apreciar como el torreón cuenta con 4 almenas. El 4 es el número de la estabilidad, si, pero también de la comodidad, de la ilusión de seguridad, de los esquemas mentales rígidamente establecidos; y eso es lo que se “abre” a una nueva realidad. Al romperse los esquemas mentales se produce un desequilibrio emocional y si la persona no dispone de los recursos necesarios para asimilar esa vibración de alta energía que irrumpe en su mente, puede caer en alguna patología o problema psicológico. Pero si el individuo persiste en su camino de superación, obtiene muchos más beneficios que lo que cree perder.



Cierto que todos ansiamos estabilidad y seguridad pero necesitamos de vez en cuando que se remuevan algunos conceptos que teníamos establecidos como valores absolutos y permanentes. Nuestros programas mentales nos ofrecen representaciones de la realidad, no la realidad en sí, pero los tenemos tan asumidos que cíclicamente la vida nos pone delante esa torre y nos obliga a cambiar aspectos de nuestra personalidad que ya no son válidos en nuestra evolución. Entonces se produce ese supuesto derrumbamiento en el que podemos sentirnos abatidos, faltos de asideros en donde agarrarnos. Es en esos momentos cuando debemos confiar en nuestro ser interior, dejarnos guiar por la Conciencia Superior representada en la carta de La Estrella, traspasar los miedos que resurgen con La Luna hasta alcanzar la luz de la Conciencia Solar. Sólo entonces dispondremos de la fuerza suficiente para controlar el Ego.

Psicológicamente es importante desarrollar un ego fuerte en la primera etapa de la vida; el inconveniente reside en que paralelamente deberíamos contar con “instrucciones” para poder controlarlo debidamente dado que para deconstruir el ego no sirven las mismas herramientas que utilizamos para construirlo. De ahí el simbolismo de la Torre: la mente, la razón, no nos aseguran un control sobre el ego por eso hay que romper los límites mentales; es necesaria una “apertura” mental seguida de una caída al vacío que permita construir una nueva escala de valores, de patrones de conducta basados en el Yo Interior conectado con la Divinidad. Cuando es el Yo Interior quien asume el control de nuestra vida, el Ego pierde todo su poder ya que no tenemos que elegir nada, simplemente hacemos aquello que hay que hacer, sin condicionamientos.

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