lunes, 8 de marzo de 2010

El tarot y la Sombra


Dentro de la psicología junguiana tiene especial importancia el concepto de “sombra”, el lado oscuro de nuestra psique; todo aquello que somos pero consciente o inconscientemente rechazamos. Solemos definirnos en función al mundo exterior, como si fuésemos seres bidimensionales, como si únicamente constituyésemos una superficie, sin profundidad; tendemos a pensar en nosotros en términos de relación con el exterior: qué profesión tenemos, qué lugar ocupamos en la sociedad, en nuestra familia, etc… por lo tanto en realidad de esa manera no nos estamos definiendo por nosotros mismos, sino por el lugar que ocupamos en el mundo y como pasamos la mayor parte del tiempo desarrollando esas personalidades sociales, olvidamos que somos más que esas meras máscaras que nos vienen impuestas desde el exterior. Así, en el transcurso de nuestro desarrollo, llegan momentos clave en los que el inconsciente, cuyas aguas parecían tranquilas, hace acto de presencia precisamente en aquellos aspectos ocultos de nuestra personalidad que hemos obviado hasta entonces porque no nos son agradables. Y eso ocurre porque la vida, nuestro devenir, tiene un sentido; exteriormente quizás parezcamos seres limitados, pero nuestro interior contiene todo el universo, y el universo tiene un plan definido para cada uno de nosotros, cuanto más nos alejemos de este plan de vida, más profundas y constantes serán las apariciones de nuestra sombra. La sombra no es algo negativo sino que podríamos definirla (una de tantas definiciones) como una reacción opuesta y de idéntica fuerza que la cara que presentamos al mundo; se trata pues de un balancín psíquico, de un aspecto interno que nos equilibra y que si estamos dispuestos a escucharla, a la sombra, llegaremos a conocernos mucho mejor pues compensa aquello que le falta a nuestra personalidad exterior para llegar a ser aquello que ya somos pero no nos atrevemos a aceptar. La perfección no existe, no podemos ser perfectos, pero si logramos integrar la luz y la oscuridad que llevamos dentro si que podemos alcanzar la plenitud. Curiosamente el Tarot nos habla de llegar a esa realización plena, espiritual, a través de dos cartas que a priori inducen a pensar lo contrario; El Diablo y La Luna nos hablan, con su lenguaje simbólico, de esa otra cara oculta de nosotros mismos, de esa lucha que mantenemos día a día entre nuestro consciente y nuestro inconsciente; lucha estéril por supuesto dado que la integración de ambas facetas es la que nos dará las claves para conseguir nuestro destino. El inconsciente no es, como nos ha hecho creer la psicología tradicional, esa especie de basurero donde se agolpan nuestros miedos y traumas, sino que se trata de un ámbito rico y profundo desde donde irrumpen nuestras más secretas aspiraciones y anhelos. Saber comunicarse con él es la mejor manera de sentirse pleno e integrado con el mundo.

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